Dicen que no hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla, y eso se extiende cuando hablamos de fútbol: de una final contra el archirrival, del cumpleaños de nuestro jugador favorito, del término de una lesión, del aniversario de un campeonato… pero también de las ‘pretemporadas’.
Sin temor a definirlo radicalmente, las pretemporadas son la intensidad hecha día.
A veces creemos que el futbolista tiene una vida super privilegiada: trabaja pocas horas al día, su trabajo es patear una pelota, le rodea la fama, consigue conocer a ídolos de la música, del cine o de la moda mediante su profesión… y es así, pero mientras el groso de la población disfruta de sus posadas, comiendo buñuelos, desvelándose, viajando a la playa o a sus ciudades natales, el futbolista se ‘encierra’ en un proceso de detox social donde el objetivo es claro: llegar a su mejor forma física y mental.
Una planeación obsesiva por parte del DT y de su Cuerpo Técnico para conquistar -o reconquistar- sus objetivos… y lo que conlleva. El Preparador Físico diseñando dobles y hasta triples sesiones para poner a punto a sus soldados; el Cuerpo Médico formado por Doctores, Fisioterapeutas y demás, ajustando las máquinas y liberando las cargas mediante diversas técnicas; los Nutriólogos anotando todo, midiendo por las mañanas, hidratando a todos todo el día, verificando que la comida sea tal cual lo que se ordenó, y hasta consintiendo a su grupo de repente con un postre distinto; los de Logística planeándolo todo, viven reduciendo el margen de error y solucionándoles la vida al resto del Staff, los de Digital buscando generar y regenerar la ilusión de la hinchada, compartiéndoles el ‘buenrollismo’ que tiene el grupo, y con frases repetitivas pero llenas de significancia como el “volveremos más fuertes”; el Psicólogo observando la sombra del árbol, detectando oportunidades y esas piezas donde hay que ajustar, poner aceite; y todo el equipo coordinado por esa figura que ordena todo y gestiona todo: la Dirección Deportiva.
Es un periodo de ajustes en todos los niveles, el técnico-táctico, el físico, el psicológico.
El entrenador aprovecha para visualizar al menos un par de jugadoras para cada posición, ver la capacidad de reacción de su equipo en otros climas, sin la presión que conlleva estar enrolados en el torneo; la jugadora busca hacerse ver, que el DT sepa que cuenta con ella para marcar una diferencia en el terreno de juego. Los capitanes tienen la oportunidad perfecta para demostrar que fue buena decisión que les hayan puesto le gafete, pues es el momento para aprovechar esa ‘sobreconvivencia’ y generar actividades de cohesión grupal, de arropar a las más jóvenes, de contagiarles ese cúmulo de valores que representan al club y al grupo, y de acarrerar al rebaño a esas ovejas que de repente se pierden y visualizan más sus intereses personales.
Y luego vienen los partidos amistosos, propios de ese término de pretemporada: ¿conseguimos lo que planeamos? ¿recuperamos a quien queríamos recuperar? ¿se animó la persona desanimada? ¿se percibe un ambiente homogéneo? ¿el capitán creció en cuanto a su liderazgo? Las respuestas tienen a infinito, y a una percepción que depende del ángulo que se le mira, pero lo único cierto es que se aproxima ya el campeonato, y que, será momento de rendir tal cual un examen.
Pasarán las fiestas navideñas -y las pretemporadas- y de repente será enero, iniciaremos el Clausura 2023, y todos nos olvidaremos de lo mucho que extrañamos a nuestro equipo, y de ese contenido de pretemporada que nos saciaba un poco la sed de fútbol. Ahora estaremos ocupados en ver a esos fichajes que llegaron, y en ir nutriendo esa ilusión propia de cada semestre, que sueña con coronarlo al ver a nuestra capitana levantar la copa, mientras nosotros vestimos nuestros colores.